lunes, 13 de julio de 2009



La conciencia del NO TE METAS quiere volver








“La presidenta no tiene absolutamente nada que hacer en Honduras”, fue la frase que más me llamó la atención sobre la editorial escrita en los días de julio de 2009 por un amañado editor periodístico que peina canas y bien merecidas.

Pocos días antes, para ser más precisos el 28 de junio, las Fuerzas Armadas de Honduras depusieron al presidente Manuel Zalaya y tomaron el Gobierno. Un día antes Zelaya había destituido al Jefe del Ejército. El mismo día del golpe de Estado estaba previsto realizarse un referéndum constitucional por el cual el mandatario pretendía establecer la posibilidad de ser reelecto en forma indefinida, al mejor estilo del venezolano Hugo Chávez y del misionero Carlos Rovira.

Rápidamente se produjo un levantamiento de la población civil, que abarrotada salió a las calles a reclamar la vuelta a la democracia, el respeto institucional y la embestidura presidencial. En definitiva, reclamaron que gobierne quien fue elegido por ellos.

Ese mismo día en Argentina y por ende en Misiones hubo elecciones legislativas, en las cuales los Kirchner recibieron la primera –y tal vez la última- derrota electoral de su carrera política; y en el plano provincial Rovira consolidó sus pergaminos del hombre más poderoso de la provincia.

El trabajo de la cobertura de las elecciones ese día en Misiones, de la cual estuve a cargo para el diario Primera Edición, fue intercalándose con las imágenes de TV donde los militares ocupaban la Casa Presidencial de Honduras, el aeropuerto, levantaban los informativos y los programas de radio locales y hacían todas las cosas imaginables que pueden hacer los militares cuando toman un Gobierno; y con las escenas de votación de Carlos Reuteman, el colorado multimillonario Francisco de Narváez, Mauricio Macri y otros aspirantes de la política nacional.

Hoy, lunes 13 de julio, y con la sensación de ir perdiendo paulatinamente los rasgos del stress por el período electoral (sobre todo cuando los dueños del diario tienen a un integrante de su familia como candidato a diputado) el recuerdo más fuerte de esa jornada es la gente agolpada en las afueras de la Casa Presidencial de Honduras golpeando con sus manos, con palos, con sartenes y con lo que tenían a mano a los miembros del ejercito que entraban por el portón del frente de la residencia oficial. Me causó escalofríos…

Cuando leí la editorial no pude evitar, en forma instantánea, recordar la imagen de la gente frente al portón, golpeando a los soldados que entraban a la residencia oficial hondureña.

En la columna, el añoso periodista, que por esos días no podía ocultar su alegría por la derrota de los Kirchner y el reverdecimiento floreciente de la derecha en el país, hacía referencia a la presencia de la presidenta Cristina Fernández en Honduras, en reclamo por el golpe y en respaldo a Zelaya.

Los golpes de Estado son casi sinónimo de empobrecimiento, de exclusión social, de vaciamiento ideológico, político, industrial, vinieron de la mano de los endeudamientos nacionales y de las privatizaciones de los recursos estatales, en fin, para Latinoamérica los golpes de Estado representan el peor pasado de esclavitud y pobreza. Era totalmente incuestionable la presencia de nuestra presidenta en ese nefasto episodio.

Ahora, la imagen de Honduras me sirvió para dimensionar el terrible efecto que había dejado la última dictadura militar (1976-1983), y las anteriores, en la conciencia de los argentinos. Me imaginaba, y en mi imaginación hice la comparación, que si hubiera un golpe de Estado en la Argentina, a diferencia de Honduras, la gente hubiera corrido a encerrarse en sus casas, creo que es la actitud que tomaría la mayoría, no harían preguntas, no harían reclamos y se borraría la sonrisa insolente de nuestra joven democracia.

Esta actitud, consiente o no, de encierro, indiferencia y abandono, es la misma que padeció el país en el proceso de plomo. Es la misma que tienen los que critican la presencia de la presidente en Honduras, son los que cerrarían la puerta para no ver las detenciones ilegales en las veredas de sus casas y los que dirían: “seguramente andaba en algo raro por eso lo llevan”.

Una reelección indefinida se define en las urnas y en definitiva es la mayoría la que decide si acepta o no la propuesta del mandatario, como pasó en Venezuela donde se aceptó la de Chávez, o como pasó en Misiones donde Rovira perdió.

En un golpe de Estado hombres armados toman el Gobierno por la fuerza, sin respaldo de ningún tipo, y toman decisiones desde el desconocimiento, con consecuencias que padecen los pueblos durante siglos. Es comparable a la imagen de un cavernícola tomando de los pelos a la mujer con la que quiere copular y llevándola a la cueva; o a que mañana vengan cuatro gordos pesados y se lleven tu heladera, televisor y el coche, porque les gustan tus cosas y no tenés la fuerza para impedirlo… ¿?

No se puede dar la espalda a una Nación, a un pueblo, a una familia que vive en un país que sufre un golpe de Estado. Celebro el reclamo de Cristina en Honduras. Sobre todo con los antecedentes en países latinoamericanos, que tenemos de sobra, donde los gobiernos militares, envalentonados por el vaho de wisky, destruyeron proyectos de vida, destruyeron futuro y destruyeron sonrisas.






--- Para Sergio Fernández, un amigo que desde hace tiempo me reclama opinión y análisis de política.


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